Ya era tarde, a penas el aliento de vida en él se podía escuchar. Su mirada agonizaba, sus lágrimas recorrían su frágil tristeza. Era imposible rescatarlo de lo inevitable, el tiempo avanza y no regresa. A pesar de su oscuro momento de casi duelo, tenía un pensamiento. Era ese alguien por el cual vivía, era la luz de sus ojos, el motivo para seguir. Sin embargo, ya estaba cerca las garras de la muerte y cuando ésta lo acarició con amargura gritó el nombre de su amada... tú.
Datos de quien escribe
- Ernesto Sánchez
- Naguabo, Puerto Rico
- Mi vida tiene un peso que solo yo puedo cargar...
viernes, 9 de noviembre de 2007
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