Amar...

Se dice que a mayor velocidad va un objeto, como por ejemplo un automóvil, menos control se tendrá del mismo, pues la prisa, el ajoro y el afán lastiman y destruyen. Si ese principio se aplicara a las cuestiones del amor descubriríamos que también es perjudicial. El profesor, filosofo y escritor americano Sam Keen dijo con referente al tema del amor que: "Aprendemos a amar no cuando encontramos a la persona perfecta, sino cuando llegamos a ver de manera perfecta a una persona imperfecta". Lo que implica esa capacidad de ver de manera perfecta a una persona imperfecta es ese deseo y anhelo de conocer. Sin embargo, cuando la desesperación y la desconfianza se apoderan del corazón, distorsionando la realidad transformando así la mentira en verdad y el error en perfección el único resultado es la pérdida.

Se olvida por completo que amar es una decisión consciente y libre, por esa razón el beneficio de la duda razonable se le otorga a la otra parte, aunque hay sus excepciones pero no es la norma. El error radica cuando dicha duda razonable la convierten en duda emotiva o sentimental, o sea, que la interrogativa que se hace es basada en lo que se siente o se percibe. Y en vez de buscar la verdad objetivamente se busca una confirmación para reforzar lo que subjetivamente se cree. Es aquí cuando la velocidad hace su aparición, no dando tiempo para preguntarnos con la razón si lo que se piensa o se siente es correcto.

Como dijo el escrito francés Antoine de Saint-Exupery: "Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección". Lamentablemente la velocidad provoca que confiemos más en nosotros que en Dios y tomemos el volante atropellando así lo más importante: amar.